Matar por es en sí mismo un acto cruel propio de un salvaje. Mucho peor todavía si la acción se encara dándole visos de pretendido deporte, como un recurso para jerarquizar la cuestión o para esconderla al juicio de los demás. Las dos cosas me producen una incontenible repugnancia. Y esta calificación alcanza por igual a los cazadores furtivos y a los cazadores a secas. En el fondo, las dos categorías -de alguna forma debo llamarlas- son exactamente lo mismo.
La vida en general -no sólo la de los animales- está ya bastante amenazada desde
diversos ángulos, y todo viene a demostrar que si no se toman las debidas previsiones
-las mismas que hasta ahora los principales países del planeta han evitado cuando no
obstaculizado- el desastre se apresurará dramáticamente alcanzando a todo el planeta.
Digo todo esto convencido de representar una nueva voz en el desierto.
lunes, noviembre 27, 2006
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