A Jorge lo conocí en 1976. El venía a reemplazarme en la agencia de publicidad que yo estaba dejando. Después, ignoro la razón, comenzamos a vernos con cierta frecuencia. Y la frecuencia se hizo mayor a medida que el tiempo transcurría. La relación pasó a nuestras familias, visitándonos en su casa y en la mía.
Nunca olvidaré aquellas tempranas mañanas en que participaba como invitado en su programa "En ayunas", que hacía junto al inolvidable Carlitos Abrevaya.
Allí todo lo improvisábamos en una suerte de micro-reportaje y yo llevaba discos, algunos francamente absurdos y pasados de moda. Pero nos divertíamos como en los tiempos del colegio secundario.
Muchas veces también almorzábamos juntos y él tenía momentos, o tal vez instantes de seriedad para contarme sus infinitos proyectos. Señalo que la mayoría los cumplió, aunque para hacerlo los haya cambiado por otros todavía mejores.
Ahora él acaba de tomar el misterioso tren, que a pesar de todo, debe estar causándole mucha gracia. Porque siendo de los que sabían vivir muy bien la vida, no me extrañaría que también fuera capaz de vivir muy bien su muerte. Esa que lamento tanto.
Chau Jorgito, nos estamos viendo.
miércoles, marzo 12, 2008
Chau Jorge Guinzburg
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