Prácticamente todas las actividades humanas están dominadas por dos fuerzas que suelen actuar en conjunto: el marketing y la publicidad. Esto no es casual. Sirve para que unos pocos ganen mucho dinero.
El deporte -o algo que se le parece mucho- no se ha visto eximido de la regla, y en el fútbol, por ejemplo, la ecuación se hace verdaderamente notoria.
Pero muy de tanto en tanto, observamos contrastes que parecen desvalorizar tanto empeño. Sirva como muestra lo ocurrido después de la jugada que originó la lesión de Leo Messi.
Este jovencito esforzado, venciendo hasta las dificultades originadas en su propio cuerpo, consiguió ser uno más que llegó, entre los miles y miles que a pesar de su empeño no llegarán nunca.
Debido a la desgracia sufrida -física y anímica- la televisión lo mostró llorando, con un llanto que expresaba no sólo dolor sino también frustración. Y no eran las lágrimas de un actor lanzadas en medio de su actuación en un drama. Eran lágrimas genuinas, de esas para las que el marketing y la publicidad no tienen nada que ofrecer. Ni siquiera un pañuelo.
miércoles, marzo 05, 2008
El ejemplo de Messi
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